sábado, 24 de abril de 2010
Pesadilla
El caminar de la niña era tranquilo y pausado, sus pequeños pies repiqueteaban en el suelo de piedra, sola en la calle, las casas parecían monstruos, quietas y amenazantes, nadie se movía excepto ella, este hecho no parecía importarle. Yo en cambio notaba la tensión en el aire, la calma antes de la tormenta.
No podía hacer nada, no era parte de eso, solo podía mirar impotente lo que iba a pasar.
Todo sucedió muy rápido, como un suspiro, bombas cayeron sobre las casas, destruyendo todo con su caída. Por un solo segundo vi todo detenerse, y la mirada de la pequeña clavada en mi, como si me pudiera ver, sus ojos estaban llenos de terror, una muda suplica de ayuda estaba grabada en ellos. Todo el mundo volvió en movimiento, no había sonido, simplemente las imágenes horribles que veía. Desee poder parar esa desgracia, poder ayudar. La pequeña comenzó a correr aterrada, hacia el bosque cercano, una de las bombas cayo muy cerca de ella casi rozándola, ambas gritamos al mismo tiempo, nuestro grito se elevo por encima del estruendo del desastre; porque, como me di cuenta en ese momento, yo éramos la misma persona solas como estábamos ahora, con el mundo quebrándose a nuestro alrededor, llorando, haciendo lo único que podíamos hacer, huir, simplemente correr.
Correr para siempre, queriendo llegar al horizonte.
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